Desconfinamiento (2020)

Todavía no son las 7 de la mañana y hace poco que la luz permite circular con seguridad. Empiezo a subir el puerto y para mi sorpresa ya hay gente que baja. Realmente desde que han dado el banderazo de salida la gente tiene más prisa que nunca por echarse a la carretera. Tras el respiro que le hemos dado a los rodillos (y a los vecinos) hay que irse acostumbrando a esta vuelta con condiciones. Unas condiciones que vienen dadas esencialmente por la limitación de no poder salir del término municipal. Para algunos eso quizá no sea impedimento para hacer salidas más o menos largas, mientras para otros es casi intentar meter un trasatlántico en una pecera.


Para los que somos de Terrassa, la opción más plausible es la de encarar el Coll de l’Obac, una carretera de unos 8 kilómetros al 4% que asciende rodeada de naturaleza y por la que transitan pocos coches. Siempre ha estado ahí pero hasta ahora no se había hecho tan imprescindible subirla para volver a sentirse ciclista. Así, en la última semana, según datos de Strava, más de 500 personas han ascendido hasta la cima. Además habría que sumar todas aquellas que no utilizan la aplicación o que con ésto del desconfinamiento se han echado a las calles a hacer deporte desaforadamente. Este último colectivo se reconoce por sus bicicletas, en algunos casos bastante limitadas para subir puertos por muy cerca que estén de casa, por atuendos que no pasarían el corte de una mínima etiqueta ciclista, o simplemente por un estado de forma que obliga a dar la vuelta antes de completar la subida.


Pese a todo, la sensación de libertad que da volver a rodar por las carreteras y verse de nuevo compartiendo espacio (en muchos casos menor de esos metros recomendados) con más ciclistas es especial. De hecho, a las horas con más afluencia de gente, uno puede llegar a sentirse como en una marcha cicloturista. Gente que sube, que baja, que vuelve a subir y a bajar… lo que sea para acumular unos kilómetros que parece que haya que recuperar a la misma velocidad que esa anhelada «nueva normalidad».